¿Qué es la ecología-política?

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Traducción del artículo Qu'est-ce que l'écologie politique ?
par Eduardo Baird (Argentine).

La cuestión acerca de la naturaleza de la ecología-política es tanto más relevante desde el momento en que se trata de un movimiento emergente y no de la aplicación de una doctrina preestablecida. Se puede decir que su cuerpo doctrinario se ha constituido sobre la marcha, lo que justifica el enfoque histórico que presenta Alain Lipietz en su pequeño libro epónimo.

El inconveniente de este enfoque sin embargo es el de no poder salir de la confusión inicial y del voluntarismo del que la ecología-política apenas asoma, reducida a una aspiración moral, a una pura cuestión de valores, un deseo de armonía o de amor por los hombres y los animales, en lugar de una responsabilidad insoslayable qui crea más bien una postura cognitiva vital. La reducción de la ecología política al amor de la naturaleza es a la vez inevitable e insostenible. Es preciso afirmarlo alto y fuerte, no es necesario el sentimentalismo para tomar a la ecología política en serio, en especial su dimensión política que introduce la división entre ecologistas que no pueden de ningún modo ser abarcados en una sola corriente que iría de la ecología profunda a la ecología social.

Hay necesidad de una definición más conceptual y crítica de la ecología-política, por cierto menos habitual, como regreso a lo real y nuevo estadio cognitivo, el de la post-modernidad y de la unificación del mundo del que nos hemos vuelto responsables, integrando la contradicción entre naturaleza y cultura así como poniendo límites a las posibilidades y a nuestras capacidades técnicas de transformación del mundo así como de nosotros mismos.

La busca de novedades espirituales en nuestra época se halla impregnada, desde la época del movimiento hippie por lo menos, de una ideología ecologista muy ingenua pero que tiene toda la razón en perdurar entre los jóvenes urbanos. Desde entonces, los ecologistas han sido invariablemente identificados con este retorno a la naturaleza, como especie de boy scouts qui permanecen sin embargo más que marginales. Sin ir tan lejos, se les imputará al menos una forma u otra de primitivismo o de regresión. No es fácil por cierto librarse de ello cuando se pretende defender nuestro "mundo vivido" o alguna naturaleza originaria, la indispensable crítica de la técnica y del progreso deslizándose fácilmente hacia la tecno fobia o al conservadurismo más reaccionario.

Mientras que los gentiles ecologistas ocupan heroicamente la escena, vemos llegar entre bastidores una muy diferente ecología de traje y corbata , del todo utópica y más bien tecnófila, la de un capitalismo verde enrolado en un nuevo ciclo de crecimiento. Estas divergencias de enfoque prueban al menos que la ecología no se reduce a lo que sus partidarios hacen de ella, sino que dan fe sobre todo de la ausencia de la dimensión política en sus enfoques espirituales o mercantiles.

Por su parte, la ecología-política no puede limitarse al simple ambientalismo pues ello supone remontar a las causas (humanas) y adoptar un punto de vista global (colectivo), pero ante todo a causa de la posición política que ha sido destacada por André Gorz en su texto inaugural "Su ecología y la nuestra" que ya hemos publicado en el primer EcoRev'. No solamente introduce este texto la división en la ecología, en particular con su oposición a la expertocracia, sino que se sitúa claramente en la continuidad de las luchas de emancipación y en el campo del anti-capitalismo. Con grandes diferencias, que podemos caracterizar como post-totalitarias, el paradigma ecologista valoriza especialmente la diversidad, la descentralización, lo local, al contrario de las ideologías colectivistas precedentes, sin embargo no se puede negar la existencia de luchas políticas en la ecología.

Hay una oposición frontal entre diferentes tendencias de la ecología ampliamente incompatibles y cuyas divergencias es preciso explicitar, que están lejos de ser claras para todo el mundo puesto que se intenta conciliarlas, en tanto son fundamentalmente contradictorias en su concepción misma de la libertad. Es, en efecto, nuestra libertad lo que se halla en juego en esta politización de la ecología. Es el motivo por el que, desde 1993, antes de mi compromiso ecologista, yo había creído deber distinguir explícitamente a los ecologistas en función del lugar otorgado a la libertad : 1) los fundamentalistas o ecologistas de derecha qui defienden las leyes de la naturaleza, las jerarquías naturales, y para quienes la libertad humana representa el mal contra el cual es necesario prevenirse, 2) los ambientalistas centristas o liberales que defienden la calidad de vida y los productos ecológicos pero para quienes la libertad es instrumentalizada, rebajada al rango de medio para el mercado. 3) la verdadera ecología política que significa hacerse cargo por la política de los efectos globales de nuestras acciones con miras a reforzar nuestra autonomía (darnos nuestras propias reglas antes de que nos obliguen). En la continuidad de las luchas sociales, es la conciencia de nuestra solidaridad global tanto como de nuestros límites, lo que constituye indudablemente un progreso de la razón. Esta vez la libertad es un proyecto colectivo de emancipación.

No se puede sobreestimar lo que opone a estas diferentes ecologías puesto que hay una complicidad real de la ecología con el liberalismo más brutal (Malthus, Spencer), tanto como con el nazismo (no se lo denuncia bastante). No es cuestión de mezclarse con ideologías tan contrarias a nuestros objetivos.

Nada hay de común entre una ecología política responsable que encara el porvenir y aquella nostalgiosa de una naturaleza perdida. Pero entonces, si uno se halla en tan mala compañía, ¿por qué mantener pues el nombre de ecología, nos preguntaremos? Es que la ecología permanece central, no solamente por las amenazas a las cuales es preciso enfrentar sino sobre todo por la noción de ecosistema que cambia nuestra manera de pensar. El único tema que reúne a estos diferentes ecologistas, es la conciencia de los problemas ecológicos, aunque con diagnósticos bastante diferentes: todo está allí, la verdad no está dada y las convicciones son diferentes, afirmadas con tanta mayor fuerza cuanto menos se sabe! Las respuestas aportadas son en muchos casos absolutamente opuestas, incluso si la atención prestada a los ecosistemas impone un cierto número de hechos y de mecanismos que participan de un nuevo paradigma cognitivo más bien que moral, que modifica nuestras concepciones, nuestra comprensión del mundo más bien que nuestros valores.

Se puede definir a la ecología política por la preservación del porvenir y en consecuencia como el pasaje de la historia sufrida a la historia que asume la responsabilidad colectiva de nuestros actos. Ello es lo que hace a la novedad de esta ideología pero se podría acercar también a otras ideologías que se proyectan también en un porvenir que se supone radiante en nombre de diversos valores. Una de las diferencias notables, sin embargo, no bien comprendida por los ecologistas mismos, es la de poner un límite a nuestro voluntarismo tanto como a la artificialización del mundo con la necesidad de preservar nuestras condiciones de existencia y la regulación de los flujos materiales. Muy al contrario de las utopías voluntaristas que quieren forjar un hombre nuevo, la ecología política se debe ceñir a la realidad y actuar con prudencia, teniendo en cuenta a los hombres tal como ellos son, considerar las relaciones de fuerza efectivas incluso si ella se atiene a una cierta radicalidad de las respuestas que ofrece, que no pueden limitarse en efecto a las disfunciones más evidentes. La cuestión no es tanto la de lo que se pretende como la de lo posible y de lo necesario.

Más aun que un marxismo impregnado todavía de religiosidad, la ecología-política es un materialismo integral, aunque no reduccionista, e incluso un materialismo dialéctico que integra la contradicción y la parte de lo negativo. El carácter más evidente de la ecología y que la especifica, es en efecto el partir de lo negativo de nuestra industria y del progreso, mientras que su mayor mal es dar allí una respuesta positiva! Esta expresión de lo negativo es una exigencia cognitiva previa de una toma de conciencia que debe partir de lo real, de los efectos no queridos de nuestras empresas (las famosas externalidades negativas!) y no de nuestras supuestas buenas intenciones.

La ecología-política corresponde al estadio cognitivo de una modernidad reflexiva, es decir, de una post-modernidad que integra la duración y llega a criticarse a sí misma, toma conciencia de los límites del progreso técnico-económico y de sus peligros como de su costo ecológico y de su dimensión global. La post modernidad no es una vuelta atrás sin embargo, sino una modernidad más precavida y menos triunfante que se interroga sobre sus consecuencias futuras.

La ecología-política que conecta naturaleza y cultura, lo local y lo global, es también la negación de la separación de las esferas tecnológicas, ecológicas, económicas, políticas y sociales a pesar de su autonomía relativa. La negación de la separación, resulta algo muy relativo: no es porque la biosfera nos reúne a todos que no haya separación entre nosotros y que nosotros no conformaríamos una unidad con la naturaleza a la que devastamos. ¡Se trata solamente de comprender nuestras interdependencias, de adaptarnos a nuestro medio ambiente y de no serruchar la rama en la que estamos sentados!

Mejor que de una "ética de la responsabilidad" algo muy individual, es necesario hablar de una "política de responsabilidad colectiva" respecto de las generaciones futuras y las consecuencias de nuestros actos, en primer lugar el tomar en cuenta lo negativo de nuestra industria (poluciones, externalidades negativas, agotamiento de los recursos) así como la perturbación de los equilibrios ecológicos que engendra (calentamiento climático, deforestación, pérdida de la biodiversidad, OGM, etc.). Esta responsabilidad del porvenir común es también la afirmación de nuestra solidaridad actual y de la exigencia de desarrollo humano como desarrollo de nuestra autonomía efectiva. No es en tanto que valores morales sino más bien en tanto que política que se puede recuperar la divisa ecologista "autonomía, solidaridad, responsabilidad" y dar así un sentido más concreto al de república.

Las diferencias entre ecologistas se manifiestan justamente sobre el plan político, desde el momento en que se adoptan soluciones preconizadas. Para nosotros, como para André Gorz, la ecología-política implica salir del productivismo capitalista y del laisser-faire liberal, preservando por completo la autonomía individual tan bien como la solidaridad social. No es la colectivización de las empresas, ni tampoco la autogestión sino el ingreso garantido lo que permite salir del sistema salarial y pasar del trabajo sufrido al trabajo elegido y de la seguridad social al desarrollo humano gracias a las instituciones del trabajo autónomo, en primer lugar de las cooperativas municipales que participan también en el otro eje de una política ecologista, una necesaria relocalización de la economía que se apoya principalmente sobre las monedas locales.

La ecología-política debería significar por último una manera más ecológica (post-totalitaria) de hacer política: una democracia de las minorías, anclada en lo local y en el cara a cara, opuesta a toda dictadura mayoritaria, y pudiendo constituir en cierto plazo una verdadera democracia cognitiva. en interacción entre acción local y pensamiento global. Es inútil precisar que aun estamos lejos de ello, ecologistas incluidos!

En el momento en que las preocupaciones ecológicas devienen hegemónicas, no sería necesario dejarse engañar por la ecología ni por todos los oscurantismos. La apuesta es por la libertad, la solidaridad, la justicia, la razón y no por la naturaleza, la autenticidad, lo originario. No se trata de volver atrás, ni de lanzarse al frente con la cabeza baja, menos todavía de soñar vanamente con cualquier utopía, sino de adueñarnos de nuestro destino y de intentar protegerse de los riesgos que nosotros mismos hemos provocado, con el fin de continuar la aventura humana y la historia de la emancipación...

Por Jean Zin, 21 de enero de 2010, traducción : Eduardo Baird

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